Las trampas de la cultura en el sexo
La sexualidad es fuente de placer y salud. Somos seres sexuados desde que nacemos hasta que morimos. La sexualidad forma parte de nuestra vida de una forma u otra forma.
Estas afirmaciones no son un mito, es algo que ya nadie niega aunque otra cosa sea la importancia que a estos se le dé y parece que no es mucha.
El comportamiento sexual se aprende, la cultura nos enseña, incita, introduce u obliga (utilice el adjetivo que prefiera) a adoptar los métodos de pensar, de sentir y de actuar del modelo imperante.
La socialización nos proporciona una forma de ver y de sentir el mundo, aprendemos por tanto las emociones y de la cultura dependerá que estas emociones asociadas a la sexualidad sean positivas (erotofílicas) o negativas (erotofóbicas).
No podemos, por tanto, pensar que la sexualidad es algo privado, que nos pertenece a cada cual. Lejos de eso la conducta sexual siempre ha estado controlada culturalmente.
Y es a través de la cultura, generación tras generación, es como se han ido transmitiendo los mitos, esas falsas creencias sin fundamento científico, que como dogma de fe se han convertido en verdades, condenando toda conducta que no estuviera al servicio de la reproducción.
Y los mitos no están solo en la boca de ignorantes o inexpertos, también profesionales y sesudos expertos de todos los campos han sido víctimas de una sociedad represora del placer, y sigue potenciando y difundiendo prejuicios y mentiras.
En consecuencia, la sexualidad puede convertirse en fuente de frustración y angustia. Y el conocimiento es la mejor manera de combatir y destruir estos mitos, de eliminar absurdos temores, de acabar con culpas y vergüenzas.
No dejemos que la sexualidad siga siendo una asignatura pendiente, de ello dependerá que nos desarrollemos como personas integras y completas.
Sexualidad prehistórica
El hecho sexual, fundamento de la creación del hombre, se manifiesta desde sus inicios en su cultura, crea también la expresión human, de tal manera que los primeros balbuceos culturales del human son pura y explícitamente sexuales.
Analizando los rastros que los humanos han ido dejando desde sus inicios y a lo largo de su evolución, se puede observar que la expresión sexual es indisoluble con la expresión cultural y religiosa, formando una entidad trinitaria, donde la cultura, el sexo y la religión se solapan y participan uno de otro.
El conocimiento de las expresiones iniciales de los humanos, su evolución desde la abstracción a la corporalidad de lo figurativo son imprescindibles para entender la complejidad de la sexualidad actual.
La sexualidad prehistórica, no es una sexualidad primitiva, sino tan suficientemente eficaz y eficiente en su tiempo que gracias a ello existimos.
La observación del hecho sexual, su conocimiento por parte de los humanos, como practica de su habilidad de subsistencia, compatible con la metodología científica de observación y experimentación que lleva implícita la actividad de los cazadores-recolectores, inicialmente esta lejos de cualquier interpretación mitológica, sino que corresponde a un conocimiento científico en la prehistoria.
La observación del nacimiento de un nuevo ser, de una nueva vida, lleva a la asociación de estos con los genitales y asimilarlos como fuente generadora de vida y comenzar a representarlos y a valorarlos en un plano superior en relación con el principio vital y posteriormente a idolatrarlos deificándolos, es el paso que se da en el Paleolítico superior, 30.000 años a de C.
A partir de ahí se van concatenando culturas que normalizarán el sexo como herramienta de placer y gozo hasta que la tradición judía lo va a condenar moral y religiosamente impregnando las 3 religiones monoteístas que son judaísmo, cristianismo y Islam. Que a su vez contagiarán casi todas las culturas.
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