Primero fue Paul Gauguin quien me trasladó en mi infancia a través de su pintura a la colonia francesa de la Martinico (polinesia francesa), donde entré en contacto con un paisaje repleto de sensualidad colorido y una sociedad, la indígena, en estrecha convivencia con la naturaleza.
Casi al mismo tiempo en mi niñez otro Grande y genio de la música y poesía Jaques Brel pondría música y letra a este paraíso.
Ambos factores se unieron para despertar en el niño que era una aguda nostalgia por lo primitivo, cauce en el que iba a encontrar una vía idónea para expresar una emotividad no contaminada por el naturalismo propio del arte refinado.
Gracias a estos artistas o la causalidad no hago más que volver a la polinesia francesa.
CARTAS DESDE EL PARAÍSO: Polinesia Francesa
El sueño de los Mares del Sur se materializa en la Polinesia Francesa; un conjunto de 118 islas salvajes en su vegetación, sensuales por su clima y todo un lujo en hospitalidad.
Aquí la cultura evoca a dioses que otorgan fuego, y la danza, el tamure y los tatuajes parecen esconder recónditos misterios. Tahití, Raiatea-Taha, Bora-Bora y Moorea serán los distintos archipiélagos que visitaremos en este recorrido.
Comenzamos en Tahití, la mayor isla de todas las que forman la Polinesia Francesa. Más conocida como la isla del amor, todavía conserva ese color sepia que inspiró, a finales del XIX, a Pierre Loti o a Paul Gauguin. Es en este archipiélago donde se encuentra la capital del país: Papeete. ¡Toda una delicia!
Sus monumentos evocan la nostalgia y el pasado. Sin embargo, el intenso tráfico delata los cambios de la ciudad. Allí viven cerca de 130 mil personas, prácticamente la mitad de los habitantes de la Polinesia, pero parece que no les afecta el bullicio de la urbe. En sus ojos todavía se puede ver la mirada limpia y el talante tranquilo que caracteriza a los polinesios.
Taha es nuestra siguiente parada. Su extensión es de 88 km cuadrados y merece la pena recorrer su contorno en coche o en moto y acceder a sus lugares más altos y volcánicos para disfrutar de los paisajes que desde allí se contemplan. Hoy en día la población ronda los cinco mil habitantes, en su mayoría dedicados a la pesca, la agricultura y el cultivo de la vainilla, la planta reina de la isla.
Bora-Bora es la isla más famosa de la Polinesia. Su gran belleza y sensualidad ha despertado el interés de muchos viajeros. ¿Serán sus playas? ¿Quizá sus hoteles? Puede que sus paisajes.
En Raiatea, la llamada isla sagrada, buscamos la cuna de las civilizaciones polinésicas. Su capital, Vaitapé, se encuentra al pie del impresionante acantilado del Monte Pahia. Al igual que el resto de ciudades polinésicas, Vaitapé pone al alcance del viajero sus exóticas y bellísimas perlas, negras y misteriosas.
Moorea es nuestra última parada. Aquí el corazón frondoso y verde de la isla te hace mirar con esperanza al planeta tierra. La luz te emborracha de vitalidad el alma. El ascenso al motu del archipiélago es una explosión de color y belleza; y una vez en las alturas, no hay nada como asomarse y disfrutar del Pacífico que se extiende a tus pies.
Por Khalid Meloul
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