Arte en los objetos
¿Qué se compra cuando se compra una fotografía? ¿Una obra de arte? ¿Un objeto? ¿Un poco del alma del retratado? Algo de todo eso junto, tal vez, una combinación que, como saben las casas de subastas, cotiza muy bien en el mercado artístico, algo alicaído por los efectos de una crisis mundial que no alcanza a eludir del todo.
Ahora la puja está centrada en la inmortal Marilyn Monroe. La casa de subastas Christies de Nueva York sacó a remate en diciembre una colección de 100 fotografías de la mítica actriz, por las que espera recaudar entre 811.000 y 1 millón de dólares. La colección incluye por supuesto la célebre fotografía de Marilyn intentando impedir (o dejando con elegancia) que el aire levante su vestido blanco. Y el desnudo que retrató Tom Kelley para la tapa de la primera revista Playboy en 1949.
Como en una biografía en retratos, la colección se inicia con imágenes de Norma Jean Baker, pasa por la Marilyn sex-symbol y desemboca en fotografías de una mujer elegante pero inocultablemente triste. Una de ellas, de Richard Avedon, podría venderse por unos 30.000 dólares, calculan en la casa rematadora. Y habrá otras, más económicas, por hasta 3000 dólares.
Hace rato ya que las subastas del mundo del arte han dejado de reducirse a la pintura, la escultura y los muebles de estilo, para incluir objetos y recuerdos personales de escritores, músicos, artistas y personalidades famosas, que pasan rápidamente de ser recuerdos entrañables sin valor económico a cotizadas piezas de coleccionistas ricos.
Otro de los íconos del siglo XX, los Beatles, encabezan el ranking de las subastas ?de recuerdos? que han alcanzado precios elevadísimos cada vez que instrumentos musicales, cartas, letras de canciones y fotografías salen a la venta, y que cuentan con legiones de inversores atentos a que aparezca un nuevo souvenir en el mercado. Hace casi cuatro años, la misma casa Christie?s puso en venta la carta oficial que comunica la separación de la banda, firmada por John, Paul y Ringo, y la vendió por 91 millones de dólares. Alguien compró el manuscrito de ?While my guitar gently weeps? por 300.000 dólares en los Estados Unidos (se entiende: tenía algunas líneas no incluidas en la versión grabada) y la tapa de un disco, autografiada por los músicos para la hermana de George Harrison, en 1964, se subastó por casi 116.000 dólares. El tiempo cambia el valor de los objetos: fue la propia hermana de Harrison, Louise, la que sacó a subasta el disco.
Las cartas son una pasión de coleccionistas que también llegan a subasta. El año pasado, la familia del millonario suizo Albin Schram decidió sacar a remate una enorme cantidad de cartas valiosísimas (de Richard Nixon, Isaac Newton, Walt Whitman y Alexander Pushkin, entre otros), que Schram había atesorado con pasión durante años, y recolectó unos 4 millones de dólares. Una de las más valiosas, que alcanzó los 100.000 dólares, fue una misiva de Napoleón a Josefina, en la que le pide reconciliarse después de una pelea y le manda ?tres besos: uno en tu corazón, uno en tu boca y uno en tus ojos?.
A 24.000 dólares se vendió una carta de Gandhi, escrita 19 días antes de su asesinato, en la que suplica tolerancia a los musulmanes.
En la primera década del siglo XX, Duchamp revolucionó el arte para siempre cuando tomó un mingitorio dado vuelta, lo firmó y lo convirtió en una obra. No siempre hace falta un artista para transformar un objeto en arte. A veces, haber pertenecido a alguien, tener su letra manuscrita o congelar su imagen ya bastan para crear ese halo de magia que, en el siglo XXI capitalista, tan bien se paga.
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